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Biografía
Los aprendices

Los aprendices de hechicero. Lisa Abend.

Los aprendices de hechicero

El director del programa de radio me reenvía un correo de la editorial  Planeta en el que se anuncia una rueda de prensa/ presentación de un nuevo libro sobre El Bulli ( la cocina de El Bulli, los entresijos de El Bulli, un mes en El Bulli  o las facturas de la luz de El Bulli). Acudo con aire cansino porque me temo que voy a oír, una vez más, las mismas cosas, la misma perorata, el mismo mensaje estratégicamente elaborado para que todo siga rodando en torno al mismo eje y, a ser posible, genere los mismos ingresos. Me sorprende  un foro que no está  lleno  a reventar. Apenas unos cuantos periodistas amigos – de Adrià-, dos cámaras y  una servidora que tiene la obligación moral de seguir el curso de la historia gastronómica, sea quien sea quien lleve el timón.

El editor se muestra satisfecho, habida cuenta de que se trata de la traducción al castellano de un posible éxito de ventas. Adrià tiene buen aspecto, buen color, serenidad y algunas horas de sol y ejercicio, por lo que lleva la voz cantante hasta el punto en que una se pregunta- la primera que me formulo durante esa hora- quién es el autor del libro.

La segunda es ¿qué aporta de nuevo este libro? Nada o casi nada, más que servir de base a una película( eso dicen)

Aprendices stagiers

 

No es un recetario, no es historia, no es crítica, no es ensayo… ¿Qué es, entonces?  El libro es un anecdotario de todo cuanto sucede en la cocina de El Bulli desde el punto de vista del stagiaire, es decir, aquel jovencito ingenuo  que vende su alma al diablo por formar parte de un equipo que le catapultará a la fama y las duras pruebas  que tendrá que superar para cumplir su sueño: trabajar 14 horas diarias, no dormir, comer poco y mal, atravesar medio mundo,  llegar desde Corea y sentarse  en la entrada  de El Bulli  y esperar días y noches  a que te abran la puerta, no asistir al parto de tu primogénito porque estás  en la otra punta del mapa sferificando, etc, etc.

En realidad, me pregunto -la  tercera pregunta- si en el género de la literatura gastronómica- uno de los más difíciles y que más aprecio- no hay algo  que no sea una pura anécdota, un detalle fútil, un dato irrelevante. Pienso en la obra de Cunqueiro y Plà  y me doy cuenta de que no es este el caso. Escojo un ejemplo al azar :

Así pues, no resulta sorprendente que, en El Bulli, haya ideas muy concretas sobre la forma de cortar  una zanahoria y alineando las peladuras desechadas en pilas ordenadas. Corta los extremos de cada zanahoria y, a continuación, la desliza a lo largo sobre el filo de una mandolina. Cuando ya tiene los planos perfectos de zanahoria, los corta en palitos y, tras ello, en los diminutos cubos que exige el corte brunoise. Da palmaditas a la pila de zanahorias- los diez kilos- y hace señas a los stagiaire para que se alineen a los lados de la mesa central.

A una persona le llevaría diez horas hacer todas las zanahorias- dice- pero, con vosotros, podemos tenerlo hecho en diez minutos.

No, este fragmento no es de Historias de la Puta mili, es un ejemplo de la disciplina militar que requiere la cocina profesional, especialmente la de El Bulli- añade la autora con permanente cara de asombro. En ese momento una servidora recuerda sus horas en la escuela/restaurante y la tentativa de suicidio metiendo la cabeza en la freidora, por lo que no me asombran ni que los chavales laven las piedras del párquing, ni que saquen los piñones directamente de  las piñas  de los pinos piñoneros, ni que abran ostras hasta que les  salten  las uñas.

Entonces, ¿dónde reside el interés de este libro? ¿ Es un autohomenaje que Adrià se sirve a sí mismo a través de la pluma de Abend, una autocondecoración como maestro de maestros, una pretendida búsqueda del lado humano de una cocina tildada de excesivamente fría,  mecanicista y cientifista? Buceo entre las páginas y entresaco otro fragmento al azar:

Un día antes de que abra el restaurante, Eduard sabe que su máquina no funciona bien. El resto de los chefs dirán, quizá, con demasiado entusiasmo, que todo va bien, que los chicos están trabajando duro, que todo irá bien, que siempre va bien. Sin embargo, Eduard percibe que todo va mal. Mientras se prepara para hacer el puré de olivas, Gaël prepara la Thermomix en el lugar equivocado. Anthony deja una pila de bandejas sobresaliendo del borde de la encimera, cualquiera podría tirarlas. Incapaz de deshacerse del vocabulario de su antiguo empleo, Txema dice “Voy” una y otra vez mientras rodea la esquina, pese a que Eugeni le corrige reiteradamente: “Quemo, quemo, Txema, quemo”.

Lisa Abend

Una de las  periodistas asistentes a la rueda de prensa asegura, en un ataque de entusiasmo, que el libro podría incluirse entre las mejores obras de la literatura gastronómica. Seguro que tenemos bibliotecas distintas…

En cualquier caso, me pregunto de nuevo, ¿Por qué un libro que empezó a gestarse incluso mucho antes de que Adrià anunciara el cierre de El Bulli? Porque sí, porque así es como funciona el negocio: cocinero+periodista+editor+productora.

En cualquier caso, sigo alegrándome de formar parte de “este momento histórico” y de  que gracias a El Bulli y su equipo la cocina sea hoy una forma de arte reconocida, me congratulo de haber vivido una etapa en la que medio mundo hablaba de la gastronomía española , incluso me hace gracia  que los americanos vuelvan a ver la Costa Brava en la gran pantalla, aunque sea sin Ava Gardner.


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Por Ines Butrón
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