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Biografía

PÀ NEGRE: EL SUEÑO DEL HAMBRE PRODUCE MONSTRUOS:

“Recuerdo que muchas noches sólo había  un huevo frito para cenar y todos, por rigurosos turno, mojábamos con el trocito de pan que nos correspondía. Pasé mucha hambre y durante muchos años. Sólo pensaba en comer…algo, lo que fuera. Era un hambre tremenda y obsesiva que muchas noches no me dejaba dormir…y, otras, cuando conciliaba el sueño, tenía pesadillas y me despertaba de pura hambre”. Miguel Ángel Almodóvar. El hambre en España. Una historia de la alimentación. Oberón. Madrid 2003.

pa-negre-2010-01Mi apreciado amigo Javier se presta gustoso a acompañarme al cine en este sábado de ruta por la nostalgia y la gastronomía de Madrid. Decidimos ir a ver Pà Negre en V.O. Pas de problème. Me halaga. Algo de catalanidad corre por mis venas charnegas. Hemos recorrido el mundo del gourmet madrileño y ahora nos adentramos en el oscuro mundo del hambre. La otra cara de esta moneda brillante de la gastronomía que olvida con demasiada frecuencia a los que les ruge el estómago.

Tenemos una ligera idea del contenido de la novela d’Emili Teixidor y del logro de Villaronga. Sin embargo, a mí, no puedo evitarlo, me arrastra a la sala ese título comestible y siniestro que ya nada dice a las nuevas generaciones, quizás  la posibilidad de ver en imágenes lo que en estos días de estudio y trabajo leo y releo una  y otra vez; y me pregunto hasta qué punto es la sombra del hambre la que mueve las conductas de los personajes de Teixidor, hasta qué punto no es el hambre, su desventura y sus conjuntos, la protagonista de una historia de degradación moral  y muerte.

Desde mi perspectiva condicionada por la obsesiva dedicación al trabajo que me ocupa- quien avisa no es traidor- Pà Negre es el retrato de una sociedad famélica, vencida, arrastrada a la más sórdida de las miserias, desesperanzada y  ahíta de  un pan  tan negro como el odio que le corre por las venas. Los deshumanizados habitantes del mas se sientan en una mesa denuda, en la oscuridad, con  tristes platos que apuran al anochecer con cuchara de palo y gesto ceñudo. La señora Manubens, dueña y señora de los destinos de sus siervos, con su insultante redondez, da un grasiento beso de Judas al niño protagonista que éste acepta.  En la oronda figura negra del cura no hay un ápice de caridad cristiana, pues todo lo consumió la gula. Un fascista entrado en carnes goza de otras carnes que toma por la fuerza, habida cuenta de que ya sació su estómago en otro momento. En el otro lado, la enfermedad, el abandono, el hambre de los niños y de los presos con tiña.

El conejo con cebolla, la taza de chocolate caliente, el pan tierno y blanquísimo en contraposición al pà negre i pobre,  los bombones en bandejas de porcelana fina,  los fruteros de plata, la mantelería de hilo, los cubiertos brillantes son el patrimonio del vencedor. Para acceder hay que traicionar, para sobrevivir hay que  comer, ergo, olvidar idealismo vacuos.

No cabe el maniqueísmo en esta historia. No ha lugar el juicio, ni siquiera el final; porque ante esta realidad toda barbarie es posible y no seremos los saciados quienes lo pongamos en duda:

En este mismo año, principios del 1939, tras la caída de Catalunya, The Times, informa que semanalmente mueren de hambre en Madrid entre 400 y 500 personas. Tienen por todo alimento, una ración de pan negro y lentejas, muy negras y llenas de bichos. Las famosas lentejas de Negrín que tantas bocas llenaron durante la posguerra eran sucias legumbres suministradas sin ningún control sanitario, como casi todo lo que se consumía en aquel momento. Esta falta de higiene, la adulteración de los productos, los inmundos sucedáneos con los que se alimentaron aquellas generaciones más la falta de nutrientes básicos en sus dietas provocaron toda una enorme lista de enfermedades y malformaciones propias del subdesarrollo más deprimente: plagas, tuberculosis,  raquitismo, osteomalacia, alteraciones neurológicas, edema del hambre, toda clase de avitaminosis y la pelagra.


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Por Ines Butrón
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